La isla de La Gomera o más propiamente Wumara,
la isla rebelde (nunca fue sometida por el colonialismo, incapaz de exhibir un
solo documento en el que conste ese sometimiento, por lo que ni siquiera en las
Naciones Unidas figura La Gomera como territorio español), hoy más que nunca se
hace necesario afianzar nuestras señas de identidad y dejarle claro al régimen
monárquico colonial español que a los gomeros y gomeras en particular y a los
canarios y canarias en general, de antes y de ahora, no nos compran con
avalorios, espejitos y espejismos.
Según el ingeniero italiano Torriani, en su
obra “Descripción de Las Islas Canarias”, los antiguos gomeros fueron hombres
grandes, forzudos, ágiles, guerreros y tan ágiles en tirar las piedras con la
mano y los dardos sin punta de hierro, es decir con la punta quemada, que me
parece que vencieron con mucho a los mallorquines. En sus ejercicios, continúa
Torriani, desde el principio acostumbraban a los hijos pequeños a hurtar el
cuerpo a ciertas balas de tierra y los adiestraban a que las evitasen con las
manos o con el cuerpo. Después, cuando habían crecido en habilidad, les tiraban
piedras y, últimamente, cuando ya estaban amaestrados, les lanzaban los dardos
exactamente como si hubiesen peleado de verdad.
Entre estos isleños hubo hombres valientes,
según el relato de Torriani, y de grandes fuerzas, como Igalgan, Aguabanahizan,
Agualeche, Hauche, Amuhaici, Aguacoromos y, por haber fallecido en la guerra,
sus nombres quedaron entre sus descendientes como de personas dignas de ser
imitadas y celebradas.
El año 1384 el gallego Fernando Ormel de
Castro arribó a la isla de La Gomera. Al
desembarcar en tierra le ofreció resistencia un hermano de Amaluige, junto con algunos isleños, los
cuales fueron repentinamente repelidos y heridos por los españoles. Al ruido de
la pelea se reunieron todos los isleños, los cuales hallaron a los cristianos
alejados del mar y en medio de la batalla y los obligaron a retirarse a un
sitio alto, que en la lengua antigua se dice Argodei, que significa
“fortaleza”, por estar formada por un risco muy alto, la cual, igual que la
Rocca di San León en la Marca Anconitana, tiene entrada por un solo lado.
Estando allí los cristianos, gravemente
asediados y sin esperanza de poder salir de allí con la vida, con ruegos y
piadosas señales pedían paz a los isleños.
Los valientes y aguerridos gomeros, para
orgullo de todos nosotros, siempre han sido capaces de encontrarle la medida al
colonialismo español, incapaz, como hemos dicho anteriormente, de mostrar, en
esta dilatada historia, ni un solo documento que acredite el sometimiento de
los irreductibles gomeros. Eso no lo perdona el colonialismo, que ha intentado
desprestigiarlos, sin conseguirlo, por todos los medios a su alcance.
Transcurría el año 1477 de la era cristiana,
casi un siglo después de la llegada a La Gomera del invasor Ormel de Castro. El
denominado Hernán Peraza el joven había recibido de sus padres, Diego García de
Herrera e Inés Peraza, órdenes de someter a los insumisos gomeros. “La represión practicada por Hernán Peraza en
Mulagua (Hermigua)*, fue violenta y rápida. El negocio de los esclavos gomeros
fue empezado por el impulsivo joven Hernán Pereza: Los puños crispados de los
prisioneros y los gritos y lágrimas de los suyos, eran señales evidentes de que
entre Hernán Peraza y los gomeros se había sellado un pacto de enemistad”.
“El número de presos se eleva entre
hombres y mujeres a cien, a los que una tarde del mes de septiembre de 1477
vemos salir maniatados de los calabozos de la Torre, playa adelante, camino del
destierro” (Wölfel, D. J. Los gomeros vendidos por Pedro de Vera y Beatriz
de Bobadilla).
Según el cronista Abreu Galindo ”Hernán Peraza se avenía mal con sus
vasallos, tratándolos con rigor y aspereza, deseándole los amigos y enemigos
todo mal” (Abreu Galindo: Historia de la conquista de las siete islas de
Canaria).
Fue al guerrero Autacuperche al que le cupo el
honor de acabar con el sanguinario, cruel y vil Hernán Peraza, en Guahedun.
Hernán Peraza, encandilado por los encantos de la bella Yballa, fue retado por
el valiente Autacuperche cuando intentaba huir vestido con una saya, una prenda
femenina, increpándole los guerreros gomeros haciéndole notar que lo habían de
prender en hábito de hombre, y no de mujer. Hernán Peraza, poniéndose las
corazas y abrazando la adarga y su espada, se irguió en la puerta de Guahedun.
Autacuperche, con un asta como dardo, con un hierro de dos palmos,
arrojándosela le atravesó de arriba abajo, por entre las corazas y el cuello.
Los gomeros rompieron el gánigo de Guahedun como signo de su victoria y de su
dignidad. Transcurría el 20N de 1488.
Conmemoramos el 524 aniversario de la rebelión de los gomeros mediante
asambleas, actividades culturales, en las que no debe faltar el ancestral
idioma heredado de nuestros antepasados, el silvo, ni debe faltar la danza y la
música, con chácaras y tambores, y también actividades deportivas, como la
lucha canaria, el juego del palo, salto del pastor, salto de vara, pina, vela,
bola canaria, levantamiento de piedras y arados, y también actividades
recreativas, de ocio e intelectuales como el juego de la dama (dama de 40,
carro de 12, tres en raya, chascona, tara- ver el libro “Juegos inéditos
guanches”), etc., y manifestaciones populares en particular en la isla de La
Gomera, en la que el sábado 24 o el domingo 25 de Noviembre, a consensuar, todas
los patriotas acompañemos a nuestros paisanos gomeros en una manifestación por
la descolonización e independencia de Canarias por las calles de San Sebastián.
*Mulagua, Agana, Ipalan y
Orone, cantones gomeros que algún autor ha identificado con Hermigua,
Vallehermoso, San Sebastián y Arure.