Me hace
falta un respiro, pienso que en estos tiempos nos vendría bien a todos. Me hace
falta como el agua. Estos días me muevo entre la indiferencia y la rabia. La
rabia sale de mí a veces contenida y a veces iracunda y la indiferencia a veces
es un buen recurso ante determinados personajes.
Veo cómo
estos días se quema mi tierra y todos sufrimos y digo bien, todos, pero también
veo cómo sale a relucir ciertos personajes siniestros y sin moral alguna. Creo,
y creer en mí últimamente se ha hecho más queun acto de fe, una necesidad. Creo
en la buena gente, que perdió todo por el fuego, creo en los voluntarios que se
la jugaron, creo en mis amigos de Radio Murión, que estuvieron toda la noche
dando la cara y atentos a cualquier cosa, creo en Don Jesús de Alfa-Tango que
estuvo toda la noche al pie del cañón informando de cualquier incidencia. Pero
no creo en quien no dio la cara ese día, y no hace falta nombrar a nadie. Si no
vale para ese cargo mándese a mudar. Ya sabe por qué se lo digo. Tampoco creo
en el que va por ahí amenazando con prender fuego en otro sitio de la isla.
Espero que te pillen y lo pagues pero bien, lo pagues con la cárcel.
Tampoco creo
en ciertos independentismos baratos y sutiles que insultan mi inteligencia.
Amar a la tierra, quererla, sentirla, notarla, no es exclusivo de los señores
independentistas. Amar a la tierra es más que una bandera y cuatro peñas. Amar
a la tierra es querer a sus gentes, sus lugares. Amar tanto que de amar se
muera, como Santa Teresa, eso es lo que siento por mi tierra. Lo que no soporto
es que nadie me insulte por vivir en otra tierra, a la que también amo, que
también me acoge y que también me acuna. ¿A qué viene ese sentimiento de
desprecio a los que ciertos personajes llaman España? ¿Es que no somos todos lo
mismo? ¿No hablamos igual? ¿No llevamos todos sangre roja por las venas? ¿O es
que es exclusiva la sangre de los independentistas? Pregunto.
En fin, que a mí me duele igual que a ustedes, no se hagan dueños
de ningún sentimiento, y si se hacen dueños de algún sentimiento, háganlo con
todas las consecuencias, piénsenlo y sobre todo no hagan el payaso que ya se
les conoce, que la gente aunque lo parezca, tonta no es. La telepatofobia se
cura pensando bien. Sólo me queda un deseo, que no vuelva a arder mi tierra, me
haría un daño enorme.
JUAN
SALVADOR PÉREZ HERNÁNDEZ
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