Conocí a
Antonio Capote en la Farmacia de mi padre, Federico López Casanova, al poco de
instalarme yo en El Paso, La Palma, recién llegado de estudiar en Madrid, allá
por 1997. Antonio vino a presentarse y sin conocerme de nada se plantó allí,
dijo que venía pues le habían contado
las lenguas del pueblo que llegaba gente nueva a esa ciudad y a él todo lo
nuevo le interesaba conocerlo. Habló y habló más de una hora apoyado en el
mostrador de la Farmacia y a continuación me dijo que le caía simpático, y que me invitaba a cenar esa semana en su
casa a una de tantas veladas lúdico, lírico y literarias que gustaba de
celebrar allí y de las que se sentía tan orgulloso.
Asi fue y asi
fui. Me encontré en el umbral de su casa, mezcla de Museo y de Iglesia, mezcla de
oratorio y de bohemia, con toda la
ornamentación que todos esos lugares requieren y precisan, y un olor que
impregnaba el ambiente, que en mi ignorancia desconocía y que cuando pasó el
tiempo y me atreví a preguntarle me reconoció era el olor a Betún de Judea e
incienso mezclados.
Orgulloso
Antonio enseñaba su casa. Fotos y más fotos, muebles y más muebles antiguos y
modernos restaurados en antiguo, retablos originales o figurados, figuras
religiosas y paganas, vestidas o desnudas, cuadros, óleos, acuarelas y todo lo
inimaginable ... Verdaderas joyas que alguien como yo, recién llegado a El
Paso, nunca imaginó encontrar allí pero que allí, en semi penumbra, estaban.
Recuerdo por encima de todo la veneración a su madre, doña Luisa Pozuelo, de la
que Antonio heredó sus amor y pasión por la música, hecha realidad en su piano
del que gustaba tocar, en esmoquin, bata de raso con pañuelo al cuello o jersey
de cuello vuelto.
Antonio me
honró con su sincero afecto y su cariñosa amistad. Comencé a frecuentar con
asiduidad sus veladas, sus fiestas y todo aquello que la imaginación
desbordante de Antonio generaba e inventaba de celebrar con la menor excusa.
Allí conocí a la flor y nata de la cultura palmera y canaria: Elsa López, Pepe
Dámaso, Jerónimo Saavedra, María Orán, José Antonio García - Quijada, Tomàs
Cabrera, y muchos más músicos, pintores,
escritores y políticos que por allí se daban cita. Esos cenáculos de la calle
empinada donde Antonio vivía, acogían, escuchaban, oían y callaban, pero sobre
todo iniciaban e ilustraban a neofitos
como yo a los que Antonio gustaba de enseñar a aprender.
Antonio
también fue mucho más que eso: comenzando por su brillante Licenciatura en
Bellas Artes por la Universidad de Madrid, siguiendo por su plaza de
Restaurador en Madrid obtenida por
oposición que permutó por la de Profesor
de Dibujo en el Instituto Eusebio Barreto de Los Llanos (para poderse dedicar a
cuidar de su madre hasta que doña Luisa falleció) y donde impartió la docencia
hasta su jubilación y donde los alumnos aun no hace mucho tiempo se ponían en
pie cuando él entraba en clase en señal de respeto y cariño a su persona;
continuando por ser parte activa en la creación de la Coral Nuestra Señora de
El Pino de la ciudad de El Paso (de la que por su insistencia formé parte y aun
recuerdo sus peculiares métodos de ensayo, gritos incluídos) y de la que fue
Director largo tiempo con brillantes resultados en forma de reconocimientos y
merecidos premios; la gestación de la Camerata Luisa Pozuelo; su amor por el Club de Leones de El Paso (en
el cual insistió en involucrarnos a los jóvenes y nos cedió el testigo, las ideas, los bártulos,
las obras sociales, la escasa financiación y a mi hasta la Presidencia desde
hace mas de diez años); y por último su labor como Concejal de Cultura del
Ayuntamiento de El Paso donde quizás no pudo desarrollarse ni lograr realizar
todo lo que proyectaba y deseaba para su Ciudad pues la política no está destinada
a los espíritus libres. Le faltó quizás el reconocimiento
público por parte de sus paisanos, quizás ese Premio Canarias …
Este es el Antonio Capote Pozuelo que conocí, me honró con
su cariño y su amistad, me enseñó y me hizo pensar, reír y llorar. Me hizo un
día prometer que me acordaría de él cuando falleciera. Y lo prometido se ha de
cumplir.
Descansa en paz, Antonio.
Alfonso J.
López Torres
Presidente
Club de Leones de El Paso
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