El seis de Diciembre se conmemoran
treinta y cuatro años desde la ratificación en referéndum de la Constitución
Española de 1978. Nosotros, los canarios, celebramos el pasado diez de agosto
los primeros treinta años del Estatuto de Canarias.
La sociedad que vio nacer a ambos ha
cambiado mucho desde esos lejanos años, y ya se pueden analizar las luces y las
sombras, sin dejar de valorar en su justa medida la labor de un grupo de
canarios que consideró que la Transición se tenía que hacer entre todos,
participando en la elaboración de la Constitución y del Estatuto de Autonomía,
fundamental para conseguir nuestro autogobierno.
Las luces se encendieron colaborando
con la Constitución y así se consiguió un Estatuto para Canarias por una vía
diferente a la de Cataluña, Galicia, País Vasco y Andalucía. Se hizo con una
Ley Orgánica de Transferencias de Competencias (LOTRACA) que acompañaba al
Estatuto y que dotaba a Canarias de las mismas competencias que las
nacionalidades históricas y por el que Canarias accedía por primera vez en su
historia al autogobierno.
Al cobijo de la noche de Madrid
llegaron las sombras. En una cena de Diputados se firmó lejos de las islas el
llamado Pacto de Medinaceli. Lo que pretendió ser un acuerdo entre las clases
políticas de Gran Canaria y Tenerife resultó ser vasallaje ante el poder
central. Llegó la elección de un primer Presidente que pasó por el cargo sin
pena ni gloria y sin ningún respaldo de Madrid. Llegó un Estatuto de Autonomía
que se plegaba fijando en su texto la Sede del Delegado del Gobierno en Las
Palmas, caso único en España. Se discutió la ubicación de las sedes de las
Instituciones, dejando a La Laguna sin el Parlamento Regional que iba a
ubicarse en el Palacio Nava. Llegó la ruptura de la UCD canaria y con ella el
deterioro de la política en el Archipiélago, reflejado en una preautonomía tan
difuminada como ineficaz, hasta que la Democracia con la celebración de las
elecciones hizo que se recuperara la normalidad.
Y hay una figura en todo este
proceso a quien en un día tan significado como hoy querría rendir mi humilde
homenaje: Lorenzo Olarte. Alguien que colaboró en la Transición y jugó un papel
relevante como ponente de la Ley de la Reforma Política. Alguien que fue
Consejero de Adolfo Suárez en todos los temas referidos a Canarias y cuyo
parecer era escuchado antes que se adoptasen los acuerdos correspondientes.
Alguien que también asesoró a Ibáñez Freire, Martín Villa y Rosón. Alguien que
fue Presidente del Cabildo de Gran Canaria y del Gobierno de Canarias.
No debemos ni podemos olvidar que
fueron los centristas como Lorenzo los que conformaron el espíritu de la
Transición, hombres y mujeres que quizás no fueron perfectos pero que no
concitaban el rechazo frontal de ninguna fuerza política. Ellos fueron y son
una referencia del entendimiento y de un modo de hacer política sin otra meta
que construir y hacer realidad el país y la Canarias que habitamos, democrática
y con proyección de futuro.
Alfonso
J. López Torres
Secretario
Federal CCN
@AlfonsoJLT
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