EL OLIMPO

EL OLIMPO

Llegó el 20 de noviembre de 2011 y unos cuantos fuimos a votar. La noche de ese domingo se llenó de alegría. Por fin, los causantes del desastre económico, político y social de España, eran expulsados del gobierno.

            Cerca de cinco millones de votantes se quedaron en casa decepcionados, por la política económica de “derechas” llevada a cabo por el partido gobernante, y afónicos de gritar que querían una política de “izquierdas”. Y otros muchos, unos quinientos mil, cambiaron su voto con la certeza de que así el bienestar entraba en sus casas, en su país.

            El partido que restablecerá la democracia real ha alcanzado el poder. El partido que va a darle trabajo a todos los parados y a todos los jóvenes, ya está en La Moncloa, ya lanza sus proclamas al viento: no habrá empleo en mucho tiempo. El partido que va a crear CONFIANZA ya está gobernando. El partido que no nos recortará en la enseñanza pública, ni en la sanidad, ni en los derechos sociales, (llámese ley de la igualdad, matrimonio homosexual, aborto, becas, la dependencia, etc.) ya está llenando de felicidad a todos nuestros corazones: lo “contrarreformará” todo. El partido que no desmontará el estado de bienestar, refuerza el poder de la iglesia más conservadora, de los empresarios más caciquiles, de los banqueros, de la derecha más ultra, en detrimento de los derechos de los trabajadores, de la clase media y de los funcionarios, es decir, de todos los asalariados. El partido que acabará con la corrupción de los otros (no la de ellos) tomará medidas penales contra los políticos corruptos y despilfarradores.

            El “nuevo” partido en el poder, gobierna. Empieza por el IRPF, pasa por algunas políticas sociales y sigue con el penúltimo capítulo (el último no se sabe cuándo será) que es la contrarreforma laboral.

            ¡Oh, dioses del Olimpo, cuánta alegría, algazara, diversión y satisfacción! ¡Cuánto júbilo, alborozo, esparcimiento, entusiasmo, gozo y satisfacción! ¡Mi corazón explota de tanta felicidad!

            Los indignados del 15M ya no tendrán que hacer, nunca jamás, más asambleas. Los que votaron al partido de los trabajadores, de los parados, de los que se van a quedar sin empleo, de los jóvenes sin ocupación; los que se quedaron en casa y no fueron a votar. Todos estarán henchidos de complacencia. Todos ellos estarán muy satisfechos.

            Pero, a nosotros, a los que ejercimos nuestro derecho al voto y no lo hicimos por ese partido celestial que todo lo venía a arreglar, ¿quién nos reparará el daño que nos están causando?

Francisco Martín              14/2/2012