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jueves, 14 de julio de 2011

On 9:26 by LuisMiMarLo in    No comments

Los Santos Mártires de Tazacorte
                               Arqueta que contiene las reliquias dejadas por los SantoS Mártires de Tazacorte 


A la  memoria de Luis Sánchez Brito, quien fuera Cronista Oficial de Tazacorte
El tacto, la vista y hasta el olfato se recrea ante una casulla de damasco verse. Perfume de incienso de miles de celebraciones eucarísticas se expande por el ambiente de la iglesia de San Miguel de Tazacorte.
La seda, perfectamente tejida, forma caprichosos ramos de flores. La vista se detiene ante miles de perfectas puntadas que con fina aguja y paciencia, han ido remendando el textil que el paso de los años y el uso han ido desgastando. Parece que por ella no han pasado cientos de años y su apariencia es espléndida.  Su apariencia es de un tejido recién salido del telar trabajado amorosamente por manos artesanas. Su corte es elegante, de ligero peso, primorosamente suave al tacto y deslumbrante brillo.
Generación tras generación el pueblo de Tazacorte ha mantenido en la memoria y la leyenda que esa casulla la vistió el beato Ignacio de Azevedo en sus últimas celebraciones eucarísticas en La Palma, concretamente en las ermitas de San Miguel y Nuestra Señora de las Angustias en unos calurosos días del mes de julio de 1570. En esa época las referidas ermitas eran propiedad privada de la familia Monteverde, hoy de titularidad del obispado de Tenerife.
Actuales estudios apuntan que realmente la maravillosa casulla, llamada de Ignacio de Azevedo, corresponde al siglo XVII. El profesor Pérez Morera señala su posible origen en las ciudades de Toledo, Sevilla, Granada o Valencia. La primera noticia documental de esta casulla la recoge en 1895 el Obispo don Nicolás Rey Redondo en su visita a La Palma. Recoge "la existencia en la ermita de San Miguel de Tazacorte de una casulla verde con que según tradición celebró por última vez la Santo Sacrificio de la Misa dicho Santo Mártir Ignacio de Azevedo". El obispo determina que ningún sacerdote celebre misa con ella y dio instrucciones de construir una "caja donde se conserve dicho sagrado ornamento con inscripción de la piadosa tradición". Por último mandó solicitar información de personas mayores y "principalmente del Presbítero Don José Rodríguez Pérez que fue uno de los que nos ha comunicado tan importante noticia". Estudio publicado por Jesús Pérez Morera en el catálogo de la exposición La Huella y la Senda (2004). Sin embargo las creencias de la "piadosa tradición" continúa viva entre los vecinos de la Villa y Puerto, y espero que continúe para generaciones venideras.
En 1570 el  jesuita portugués Ignacio de Azevedo, junto a 39 compañeros,  permaneció refugiado y haciendo aguada durante cinco días en el poniente de La Palma ante la amenaza de corsarios, piratas y aventureros que surcaban las aguas de las islas. Se dirigían al Brasil a fundar misiones. En la celebración de su última misa el padre prior Azevedo tuvo la revelación de su martirio, mordiendo el cáliz y dejando incrustadas las huellas de sus dientes. El 15 de julio cuando se dirigían desde El Puerto de Tazacorte al de Santa Cruz de La Palma para despachar el galeón "El Santiago" fue atacado violentamente por la flota del hugonote Jacques de Sorés causando la muerte de Azevedo y 39 compañeros jesuitas. Sólo se salvó el hermano cocinero quien a la postre dio cuenta y relató el hecho. 
En el fragor de la contienda Ignacio de Azevedo en la popa del barco rezaba y cantaba letanías aprisionando sobre su pecho un óleo de la Virgen, curiosamente una tabla de Nuestra Señora de las Nieves. Cuentan que en las doradas y anchas tierras de Castilla, a miles de kilómetros de La Palma, Santa Teresa de Jesús tuvo la revelación de este martirio y vio cómo subían, enarbolando palmas, las almas de los jesuitas a la Gloria Eterna. En 1862 el Papa Pio IX los beatificó con el apelativo o título de  Beatos Mártires de Tazacorte.
De la estancia en La Palma los cronistas del hecho han recogido que encontrándose en El Puerto de Tazacorte los hermanos vieron una cuevas en el risco de El Time próximas a la punta de Juan Graje y le pidieron permiso al prior para  descansar y "allí haciendo penitencia", hasta que embarcaran. Ignacio de Azevedo les contestó de manera profética: "¡Ah!, hermanos, que otras cuevas son las que nosotros buscamos, muy diferentes a estas. Otras más dulces contemplaciones mis hijos queridos, y otros lugares para alabar a Dios nos esperan. Tened valor. Los siervos de Dios no tienen que temer. Si los herejes nos encontraran, más pronto nos iríamos al Cielo".
La estancia durante cinco días en la isla en compañía del hacendado azucarero palmero Melchor de Monteverde y Prus, compañero de infancia de Ignacio, fue una continua premonición de lo que iba a pasar. Se cuenta que Monteverde insistió en que fueran por tierra a Santa Cruz de La Palma y desde ahí embarcaran para Brasil, a lo cual se negaron.
La premonición del martirio continuaba creciendo. En la misa última, antes de embarcar por las playas de el Puerto de Tazacorte, Ignacio con rabia y desespero humano mordió en el momento de la consagración el cáliz de plata y la huella de sus dientes quedó visiblemente marcadas en el sagrado vaso. Pocas horas antes de su partida vivía su muerte por su fe y creencias. Este pequeño cáliz permaneció desde el siglo XVIII custodiado en Las Palmas por la Compañía de Jesús y retornó a Tazacorte el 15 de julio del año 2009, cedido temporalmente por la Compañía de Jesús.
Antes los consejos de sus amigos palmeros Ignacio tomó una única precaución. Las reliquias de santos y vírgenes que les fueron entregadas en Roma por el pontífice  Pío V, destinadas a las fundaciones de misiones en Brasil, les dejó en depósito en La Palma. Más tarde Monteverde las depositó en sus ermitas de San Miguel y Nuestra Señora de las Angustias, dónde se conservan. Las gentes de la isla comenzaron a darles culto con devoción y en recuerdo de los llamados Mártires de Tazacorte.
Pasaron los años y los siglos. Llegó el momento en que los mártires eran beatificados por el papa Pío IX, con gran regocijo popular entre los habitantes de La Palma. En 1892 se recordaba en el «Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Tenerife» que no debía pasar desapercibida para los fieles de la diócesis la festividad de los Santos Mártires y «que los moradores de la isla de La Palma se apresuren todos a acudir en romería a Tazacorte el día en que la iglesia celebra la fiesta de esos Santos Mártires».
El azul oceánico se tiñó de rojo, del color de la sangre de los misioneros jesuitas. La nave El Santiago con el padre superior Ignacio de Azevedo y sus 39 compañeros a bordo nunca llegó a su último destino, la colonia portuguesa de Brasil. De ellos 32 eran portugueses y 8 españoles. Desde 1999, gracias a la iniciativa del palmero José Feliciano, en el fondo de ese mismo mar y tumba cuarenta cruces de pesado hormigón recuerdan a perpetuidad su memoria.
  publicada por: mvhernandez

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