TASCA EL DESPACHO

Sin caer en la exageración afirmando que era un clamor, si diré que todos estábamos añorando la existencia de una tasca que satisficiera, entre otros clientes, las necesidades de los Tunos más exigentes y afamados. Tanto para los preámbulos o postrimerías de las Rondas como para las salidas o llegadas de los “parches”, que han vuelto a ponerse de moda o en boga, según se quiera, porque fue y es conditio sine qua non del buen tunar, allegarse recursos económicos con los que afrontar viajes, instrumentos, trajes, cuerdas, copas, pago de matrículas y material de estudio, como el poder cumplir caballerosamente con el ritual de invitar a esposas, novias o recientes pretendidas.

     Así, en la parte noroeste de la lagunera ciudad – intitulada como Muy Noble, Leal, Fiel y de Ilustre Historia, Bien Cultural, Patrimonio de la Humanidad, Ciudad Universitaria y Episcopal -, en la estrecha y melancólica calle San Antonio, y paredaña con la Vinoteca, ha principiado su ilusionante caminar la predicha Tasca “El Despacho”. Recoleta, con buen “comercio y bebercio”, plena de luz y alegría, jocosa e ingeniosamente decorada con material de escribanos, estupendamente atendida tanto por José Domingo, Antonio y Alfonso Juan “Gala” al frente de la tabernera nave, cuanto por Iván y Raquel, que tras la barra y con la profesionalidad que les caracteriza y distingue, hacen las delicias de todos aquellos admiradores de Baco y Solera, así como de la buena y agradable música y el mejor taperío.

     Un lugar, donde siguiendo las antañonas tradiciones de los figones hispanos, se pueda cantar, tocar, hablar y negociar sin que nadie ponga el grito en el cielo ante tamaña y singular clientela, que lejos de ser unos descalabrados son, hablando con la licencia debida y parafraseando en parte lo que don Miguel de Cervantes y Saavedra nos dice en La Tía Fingida “advierte, hija mía, que estás en La Laguna, que es llamada en todo el mundo madre de las ciencias, y que de ordinario cursan en ella y habitan miles de estudiantes, gente moza, antojadiza, arrojada, libre, aficionada, gastadora, discreta, diabólica y de buen humor”. Componentes imprescindibles, pues, para el logro del porteño refugio que requiere una singladura de este jaez.

 

Francisco Juan Carlos Tray y Bousoño “Copito”