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sábado, 30 de junio de 2012

On 10:18 by LuisMiMarLo in    1 comment
Tal como éramos

RECUERDOS



Texto: Silvia Lorenzo

      Leer siempre ha sido, para mí, algo especial. buscar un mundo distinto al que me rodea. Mi imaginación me lleva por mares azules en blancos barcos, rumbo a las estrellas y muchas veces me he visto cabalgando a lomos sobre ellas.
      ¿Qué grato es para el alma, ya esté serena, ya conturbada, en medio del silencio, desplegar las alas del pensamiento y ver desfilar ante sí las imágenes del pasado!.
      Si ha sido adverso, nos hace amar la dicha presente, y si ha sido feliz, nos fortalece para soportar resignados los dolores que nos rodean.
      Mi hogar era muy alegre, porque además era centro de reunión de mis amigos y allí no faltaban las risas propias de una juventud sana y divertida.
      También otro miembro de la familia era una higuera, tan generosa y acogedora, que bajo su ramaje tejíamos sueños y nos citábamos para luego darnos un chapuzón en una acequia ancha que pasaba por la Vica, hoy convertida en plaza, y nos secábamos al sol, al carecer de toalla. ¡Qué días aquellos!
      Siempre que llegaba una visita a casa, recuerdo que yo hacía la entrada solemne para llamar la atención y llevaba incluso preparado el saludo que me disponía a soltar, pero por mucho ruido que hacía, nadie reparaba en mí.


      Era una niña físicamente olvidada por la naturaleza y para colmo si un mechón de cabello tapaba un ojo, miraba torcida por no intentar separarlo. Llevaba siempre la tierra adherida, como un potro salvaje. Me revolcaba en el suelo y un rostro limpio tiene al menos la belleza de pulcritud.
      Amaba la tierra. Vive para nosotros y me gustaba hasta sentirla cuando se refresca. Ese olor mojado lo encontraba sabroso y con gozo lo respiraba.
      Al correr el tiempo me di cuenta de que el físico no es tan importante en la vida de una mujer. Conservaba siempre esos bellos rostros y sabía lo que sucedía en su interior. Son como esos lagos y bosques solitarios que deleitan la mirada, pero no les revela, en su aparente calma, los misterios que se agitan en su fangoso fondo. Lo más hermoso es superarse,  lo demás es vanidad que el tiempo borra.
      Buscaba siempre cariño y sólo lo encontraba en mi abuelo. Me gustaba ese hogar, el sol que entraba a chorros por la ventana, me despertaba al sentir sus rayos tibios en mi rostro. Luego, muy quieta, escuchaba el canto de los cuervos, aves que despiertan antipatías, porque decían que anunciaban muertes. Yo corría al barranco a verlos volar sin tenerles miedo.
      Sentía satisfacción cuando paseaba con mi abuelo. Sólo el contacto de su brazo en mi hombro que daba fuerzas. Me agradaba sentarme a la orilla del mar y ver la faena de los marinos baldeando sus barcos, enrollando las redes y preparando las cosas antes de zarpar.



      Cuando el mar estaba muy sereno siempre encontraba alguien que me llevaba a bordear el acantilado. Atardecía cuando enfilábamos hacia la cueva Bonita, en cuyas oquedades duerme el mar silenciosamente.
      Me gustaba la casa de mi abuelo, porque allí todo era espacioso. "Juan Graje" estaba incrustado al pie del time y sus cuevas naturales, habitadas por los moros cuando trabajaron la carretera que conduce a Tijarafe, me obsesionaba hasta el punto de dejar estupefactos a mis primos cuando les decía que me acompañaran a buscar un tesoro que escondieron los piratas en la batalla originada en los  alrededores de la Cueva Bonita. Los piratas perseguían un barco que se adentró en la cueva y así se liberaron al salir por otra, burlando a sus enemigos.
     Mentira que no encubría ningún fondo de maldad, solamente para hacer el juego más interesante, ilusionaba levantar piedras buscando el otro y al final, rendidos por el ejercicio se quedaban dormidos.
      Sabía que engañar marcha, porque la verdad es limpia. Estas mentiras no hacen daño. Me sentía dichosa de proporcionar felicidad.  Felicidad que sentía cerrando los ojos, como mi abuelo, para mirar el mar. Creo que a veces hay más luz dentro de nosotros que fuera. sólo él veía mi fondo cuando notaba mi abatimiento por la incomprensión de los demás. Me levantaba el ánimo con sus palabras:
"No retrocedas nunca ante los obstáculos que te impidan llegar al final".
      Pero el final mío, no fue el soñado.

1 comentario:

  1. D.Silvia,precioso relato lleno de sensibilidad y bellos recuerdos.Pero sobre todo un texto hecho con y para el alma en estos tiempos que corren en los que parece que tenemos que estar peleados con los sentidos.Enhorabuena

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