Aquel 11 de Marzo.

Ese jueves tuve la suerte de no ir a trabajar y aunque a día de hoy eso parezca una contradicción aquel día fue una suerte no tener que ir a trabajar. Aquel día 191 personas como hacían siempre todos los días se subieron al tren sin saber que sería su último tren, los trenes en Madrid funcionan como un vinculo mágico y laboral entre las poblaciones cercanas y el centro, subirse al tren significa oír varios idiomas y viajar a tus quehaceres diarios como parte de la vida que se mueve en los mismos parámetros siempre, esos trenes van llenos de sueños, de deberes, de vida en definitiva. A esas horas se llenan de gente las estaciones, se llena de esa gente que aprovecha la manera más barata    de llegar a la gran ciudad y que en algunos casos nos libra del atasco mañanero de coches y prisas, nos permite robar unas horas de sueño a los que no       nos gusta madrugar y sirve como termómetro de la economía de la gran ciudad.

Ese día se había levantado con niebla una ligera niebla típica cuando se acerca la primavera en el centro donde los días son soleados y las noches todavía frías. En aquella semana empezaba a estar harto de discursos políticos y de políticos en general era el final de campaña de unas generales y eso acaba hartando. A veces pienso que los políticos piensan que no sabemos lo que debemos de hacer y nos adoctrinan como si fuéramos niños. Tenía que acudir el domingo a una mesa electoral y aunque no era la primera vez eso te produce nerviosismo y tedio pensando que te queda un día muy largo.

Pero aquel Jueves todo quedo en silencio 191 sueños se rompieron para siempre y 191 vidas quedaron en la vía que les llevaba todos los días a cumplir parte del trato que habían hecho con la vida con sus vidas como cualquier persona normal que no pide si no que le dejen vivir.

Se quedaron en las vías de aquellos barrios pobres de Madrid ,aquellos barrios donde se gesto parte de la transición democrática, aquellos barrios que sirvieron de apoyo a muchos sindicalistas y partidos de izquierda, aquellos barrios en los que según dicen algún miembro de ETA se refugió alguna vez. Aquellos barrios donde no hay lujos, barrios de café con churros mañaneros y con olor a esfuerzo diario con mucho por hacer y que son como la prolongación pobre de lo que no sale en las postales madrileñas, alguna vez solo se les nombran por algún suceso desagradable casi nunca nada bueno. Ese día las vías de los sueños se llenaron de olor de sangre y de pólvora de sueños quebrados por la intolerancia de unos cuantos que decidieron que ese era el día de romper los sueños. Sueños rotos y vidas rotas no sé bien en nombre de qué o de quien. Llenos de miles de porqués, de preguntas sin respuesta, al margen de discursos vanos y de vanas intenciones políticas. Aquel día todo quedo en silencio y aunque el sol ganaba tímidamente la batalla a la niebla y las nubes todo fue triste con una sensación que no se puede explicar con una sensación de angustia y de pesar que no puedo explicar. Si recuerdo que aquel día nadie discutió con nadie no hubo una voz más alta que la otra.

Aquellos trenes llenos de vida quedaron varados en las playas de los barrios pobres como un castigo de los pecados de otros, de aquellos que a veces no miden las consecuencias de sus palabras y de sus actos porque saben que no les va a tocar por mucho que se empeñen en que les toque.      Espero que por lo menos los gritos de aquellas 191 personas los lleven en su conciencia siempre. No entro en si fueron unos o si fueron otros, ni si fue por aquello o por esto. Espero no tener que volver a vivir aquella pesadilla nunca más. Que nunca más se rompa ningún sueño por ninguna idea por buena que esta sea. Solo deseo que en estos tiempos aciagos que vivimos no nos salga otros salva-patrias que se les ocurra romper los sueños y la vida de nadie. Que nos dejen vivir en paz, que nuestras ideas sean las que sean no sirvan de excusa a nadie para romper los sueños de nadie. Que aquel mal sueño no se vuelva a repetir en nombre de ninguna idea y de ninguna opción ya sea política, religiosa o de cualquier tipo. Solo deseo que los 191 sueños descansen en paz.

   Juan Salvador Pérez Hernández