DUELO A MUERTE EN OK CORRAL

No somos una colonia de España, somos una Comunidad Autónoma más, dejemos claro el concepto. Hasta hace poco los amores entre Paulino y Soria eran precursores de unas prebendas y parabienes nunca vistos en política, salvo algún pacto amoroso norteño en Comunidades como Navarra o el País Vasco nunca se había visto algo parecido. Pero resulta que con el paso del tiempo se nos rompió el amor de mucho usarlo como dice la canción y en nuestras vidas se cruzó una hermosa mujer morena concierta mirada moruna y con unas proporciones bárbaras y apetecibles bajo una piel aceitosa y nos quebró el amor, nos dejamos de hablar. 

Esta mujer, ni majorera, ni conejera, ni mucho menos canaria, desató entre estos antiguos amantes  una rivalidad nunca vista, aunque hay amores reñidos que dicen que son aún mejores, pero no es éste el caso. Estos dos amantes cual Wyat Earp o cual hermano Clanton de aquella película que evocaba el suceso de Ok Corral se han enzarzado en un duelo a muerte por ver quién es más y mejor canario, manda lereles, como dijo aquel presidente de Congreso de infausto recuerdo y nombre de central nuclear. Ahora nos sueltan el rollo. Uno, que si somos una colonia, es que este sentimiento vende mucho, Paulino. Y el otro, Soria, que la solución es caer en brazos de esa amante morena con corazón de piedra. Hoy el duelo de estos dos pistoleros, con pistola de surtidor me refiero, ha terminado con nuestro turismo, tiempo al tiempo.

 Esta no es la alternativa. Prefería mil gigantes quijotescos o mil espejos solares, que un pozo de petróleo. Quizá el turismo de Canarias haya muerto en aquel rancho donde dos amigos-amantes un día se prometieron amor eterno. Pero se cruzó por medio una morena de corazón frío, que vino a romper la belleza de aquel vergel de la canción. Hoy hemos perdido una batalla importante y al final después de tanto tiro perderemos la guerra por culpa de unos amores no correspondidos. La morena de corazón frío nos ha partido el nuestro en nombre de no sabemos de qué amor, bueno sí, seguro que el suyo propio.

Juan Salvador Pérez Hernández.(Un bagañete exiliado del mar)De ese mar que me han roto.